miércoles, 3 de diciembre de 2008

La cultura musical del transporte público

Lunes difícil. La gente recorre las calles del Gran San Salvador para abordar el transporte que lo llevará al descanso nocturno. Luego de ocho horas de trabajo, y alguno que otro receso, los miles de empleados buscan la paz y la liberación de todas las tensiones. Ahí, en la parada, se encuentran con otras decenas más de gentes ansiando lo mismo. Aparece el autobús que lo llevará a su lugar de residencia, sin saber que lo menos que encontrará es tranquilidad.

Los autobuses y microbuses de la popular San Salvador parecen discotecas ambulantes, cada cual, con distinto género musical. Hay hasta aquellos con más luces de neón que un antro del centro capitalino. Rutas como la famosa 44, recorriendo desde Zacamil a Santa Elena, o la 42, con destino a Santa Tecla, son las más representativas de esta situación.

Describiré el asunto. No importa la hora, estas unidades de transporte son un conglomerado de todo tipo de música, donde la más común es el reggaetón, aunque hoy se tiran también a lo norteño o las favoritas mezclas de música de los 80's. Además, tienen un sistema de sonido "woofer" (bajos) que cualquier artista les podría envidiar (y dicen ellos ganan apenas para sobrevivir). Este sistema está donde menos lo imaginas, debajo de tu asiento; así, ellos se aseguran de que ninguno se quede afuera de su "fiesta". Y qué decir cuando se presentan las autoridades de la policía, bajan el volumen para parecer acatadores de la ley y esto permite a los usuarios descansar un poco sus tímpanos ya resquebrajados de tan "sutil" sonido.

Eso no es todo, por lo menos deberían poner música agradable al ser humano. Imagino que los pasajeros ya han de estar acostumbrados a escuchar todos los días letras tan "delicadas" como "gata fiera", "chambonea", "noche de sexo", sin destacar otras peores. O que decir de los famosos corridos norteños, donde demuestran quién es el "jefe de jefes". Hay otros que se denominan más sofisticados y prefieren la música electrónica, donde los "punchis" de las canciones dejan mareado a todo aquel que se atreve a subirse en uno de estos automotores.

En fin, la ciudad no es ninguna representante del orden y la tranquilidad; mucho menos el transporte público, pero estos deberían tener más respeto por el ciudadano usuario. No es que se debe erradicar las radios de todo autobús, sino que, por lo menos, se debe de oír música sin que altere el derecho de la tranquilidad de los demás. Es de hacer un llamado a las autoridades competentes, o como recomendación, para el bien de la sociedad.

Pequeña muestra del Festival verdad

Represión del grupo Araña